23-24 Oct. 2026
Vilanova i la Geltrú - Barcelona

Si eres diseñadora gráfica, bienvenida al club. Un club no oficial, sin cuotas ni newsletters, pero con membresía vitalicia. El club de las que aman lo que hacen pero, al mismo tiempo, luchan con ciertos “dramas creativos” que vienen incluidos en el pack. Porque sí, diseñar es una profesión apasionante, pero a veces se siente como una montaña rusa emocional de la que no te puedes bajar.

1. El autosabotaje: “Esto no está listo”

¿Te suena eso de mirar un diseño durante horas y pensar: “¿Y si todavía no es suficiente?”? Bien, acabas de desbloquear el autosabotaje, el enemigo número uno de las diseñadoras. Sabemos que tenemos talento, pero esa vocecita interna siempre insiste: “Podría hacerlo mejor”.

Y ahí vamos, retocando, ajustando, perdiendo perspectiva y entregando el archivo en el último minuto (a menudo sin dormir). Porque claro, nunca está “perfecto”, aunque al cliente le parezca una obra maestra. ¿La realidad? A veces, lo suficiente ya es excelente. Pero shhh, que alguien se lo explique a nuestra cabecita perfeccionista.

 

2. La necesidad de control: “¡Eso no se toca!”

La obsesión por el control es otro clásico. Sobre todo, cuando trabajamos en proyectos de diseño digital, donde cada detalle cuenta. Somos las que sufren viendo a alguien mover nuestro logo 2 píxeles a la derecha o cambiar la tipografía que tan cuidadosamente elegimos.

Nos aferramos al control porque nuestro trabajo es nuestra identidad, pero… ¿y si soltamos un poquito? Quizás el cliente tiene razón (bueno, o no), pero aprender a elegir las batallas también es una soft skill que salva muchas neuronas.

 

3. El aislamiento creativo: “Soy yo y mi ordenador”

Ay, ser freelance. Libertad, flexibilidad, pijama todo el día… y una soledad que a veces pesa más que un archivo en CMYK. La verdad es que muchas diseñadoras pasamos por largas etapas trabajando solas, hablando únicamente con el repartidor de Amazon y con nuestro propio reflejo en la pantalla.

Sí, el aislamiento puede ser inspirador a ratos, pero también nos aleja de la creatividad compartida. Porque, aunque lo olvidemos, el diseño es un deporte de equipo: funciona mejor cuando podemos rebotar ideas, frustraciones y victorias con otras.

 

4. La sobredosis creativa: “¿Y ahora qué?”

Inspirarse es maravilloso, pero también tiene su lado oscuro. Llega un momento en el que sobrecargamos el cerebro con tanta referencia, tanta tendencia y tanto Pinterest que no sabemos por dónde empezar. Y ahí estamos: parálisis creativa en 3, 2, 1….

No todo tiene que ser innovador, disruptivo y digno de ganar un premio. A veces, menos es más y lo importante es que el diseño comunique. Así que, si te sientes saturada, respira hondo, cierra Behance y recuerda que la creatividad también necesita espacio para respirar.

 

5. La lucha por el equilibrio: “¿Vida personal? Eso qué es”

Entre deadlines, clientes y correcciones infinitas, el equilibrio entre trabajo y vida personal se nos escapa como una capa en Illustrator. Pero ojo, cada vez somos más las que decimos: basta. Queremos diseñar, sí, pero también queremos vivir, salir, tener tiempo para nosotras y, por qué no, dormir 8 horas (¡utopía!).

Porque el éxito ya no se mide en trabajar 24/7, sino en encontrar el punto medio donde la creatividad fluye y la vida se disfruta. Al final, diseñamos mejor cuando estamos bien, y ese es el verdadero logro profesional.

 

¿Y ahora qué? Reconocerlo es el primer paso

Todas estas batallas son parte del camino. Ser diseñadora gráfica es emocionante y agotador a partes iguales, pero no estás sola. Cada vez que sientas que el drama te supera, recuerda esto: no eres la única que lo vive. El autosabotaje, la necesidad de control o la saturación no son más que señales de que te importa lo que haces.

¿La solución? Rodéate de otras creativas, comparte tus bloqueos, aprende a parar y suelta ese archivo cuando ya esté listo. Porque, al final del día, el diseño también se trata de equilibrio, y sí, tú lo estás haciendo increíblemente bien.

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Sobre el autor/a

Redacción Blanc!

“No trates de doblar la cuchara. Es imposible. En lugar de hacerlo, solo intenta darte cuenta de la verdad… No hay cuchara. Entonces, verás que no es la cuchara lo que se dobla, te doblas tú”

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