—”¿Cuál es tu tarifa por hora?” – Te pregunta el cliente.
—Y tú, ¿cuánto pagarías por una idea que te cambie la marca?
Esta conversación es tan vieja como los briefings mal hechos y mal enfocados. Un cliente quiere saber tu tarifa por hora como quien pregunta cuánto cuesta una docena de huevos. Pero diseñar no es batir logos como tortillas. Es estrategia, intuición, años de experiencia y un pulso fino entre caos, genialidad y creatividad.. Y todo eso no cabe en una hora facturada.
El mito de la tarifa horaria y por qué te está saboteando
La tarifa por hora es uno de esos inventos que suena justo… hasta que te das cuenta de que castiga a quien diseña bien, rápido y con criterio. Si eres ágil, te pagan menos. Si te tomas tu tiempo, te cuestionan.
— “¿Sólo tardaste dos días en hacer mi logo?”
—Sí. Pero tardé 12 años en saber cómo hacerlo en dos días.
El verdadero valor no está en el reloj
Un logo no vale por las horas que pasas delante del Illustrator. Vale por el tiempo que le ahorras al cliente en dudas, pruebas, rediseños, estrategias fallidas y fracasos estéticos que podrían costarle miles.
Es como decirle al mecánico:
— ¡Pero si me has arreglado el coche rapidísimo!
— ¡Claro! porque sabía qué cable tocar.
¿Por qué penalizamos a los creativos que son buenos, rápidos y eficientes? ¿Desde cuándo la excelencia debe ser medida en minutos?

¿Valoras tiempo o resultados?
Si tu cliente valora el tiempo, que contrate a cuatro becarios y espere tres meses por un resultado que le va a dejar con más preguntas que respuestas. Si valora resultados, que entienda que lo que paga no es una ejecución: es una solución. Una que quizás le permite salir al mercado mañana con una marca potente, clara y duradera.
“Si puedo darte un logo que AMAS en 5 minutos, ¿vale menos que si tardo 5 semanas?”
La respuesta real es: vale más. Porque le acabas de ahorrar 4 semanas de caos.
Entonces, ¿cómo cobramos?
La pregunta del millón. Y la respuesta es más sencilla de lo que parece:
Cobra por el valor que entregas. No por el tiempo que consumes.
Una marca que conecta, posiciona y permanece en la mente del público durante años no puede cotizarse como una tarifa de Uber. Es una inversión. Un activo. Una de las decisiones más importantes que una empresa puede tomar. Y eso se paga. Con confianza, con respeto, y sí: con dinero.
Porque en Blanc! lo sabemos bien
Llevamos desde 2009 (haz tú los cálculos) demostrando que la creatividad no se mide por cronómetro. Se mide por impacto, por evolución, por transformación.
Así que la próxima vez que alguien te pregunte tu tarifa por hora, puedes responder:
¿Tú cuánto estarías dispuesto a pagar por algo que cambie tu marca para siempre?
Y si no lo entienden, mándales este artículo. O mejor: invítales al Blanc!



















