24—26 Oct. 2024
Vilanova i la Geltrú - Barcelona

Me encanta el trabajo de Malika Favre. Me transporta a la infancia, a las portadas de discos de Duran Duran y a las portadas de la revista Cairo. A las camisetas ochenteras en tiendecitas de pueblos de playa. Pero también me aporta modernidad y relevancia de una manera difícil de definir.

Cuando descubrí que trasladaba su residencia a Barcelona después de vivir en París y Londres me alegré mucho por lo que podía significar para el mundo de la ilustración local. Poco me imaginaba que su arte pronto llegaría a los carteles de las Fiestas de la Mercè, pese a tener todo el sentido del mundo. Su mezcla de Pop Art y OpArt, su estilo reconocible y sofisticado, su uso inteligente de la figura y el espacio negativo, es perfecta para una campaña de comunicación como la de las fiestas barcelonesas.

 

 

La pieza en cuestión y todas sus variantes son un ejercicio de estilo y semántica fantástico, lleno de detalles y homenajes sentidos a la capital catalana. Es un trabajo delicado que aúna pasado y presente, con una personificación de la Mercè que merecíamos todas las barcelonesas.

Pero lo que me interesa más de la pieza es su proyección más allá de la campaña. No sé si por accidente o simplemente por su calidad indiscutible, se ha convertido en parte de la historia gráfica de la ciudad. Recordaremos este cartel durante muchos años. El Ayuntamiento, muy ágil, ha dado la posibilidad de recoger el cartel en varios puntos de la ciudad para que la ciudadanía lo disfrute en casa. Se han visto hilos de Twitter analizando punto por punto los detalles de la pieza.

 

 

Hay variantes en las calles de una Mercè Favresca vampírica, cuestionando la ciudad y sus políticas. La obra ha trascendido, ha pasado a formar parte de todo el mundo.

Me pregunto qué hace que una ilustración haga este salto hacia la posteridad. Creo que tiene que ver con la naturaleza cercana e inmediata de este ámbito, algo que a veces juega a la contra del mundo de la ilustración, siempre tildado de infantil y menor respecto a otras artes. Y estoy seguro que la conjunción con el mensaje y el diseño gráfico también contribuye. Este tipo de cosas son las que exploramos en las clases de ilustración del Grado de Diseño Gráfico en LCI.

La ilustración no es ajena a este tipo de accidentes felices. Me vienen a la cabeza ejemplos recientes como la ilustración “Love Life” de Adrian Tomine para The New Yorker o la serie sobre Acción de Gracias de Chris Ware, también para The New Yorker. O también otros más lejanos en el tiempo como “The Problem We All Live With” de Norman Rockwell, el “We Can Do it!” De J.
Howard Miller o el Tío Sam del “I Want You» de James Montgomery Flagg.

 

 

Me fascina cuando estas piezas reivindican nuestra profesión. De manera humilde pero atronadora. Cuando nos saca de la etiqueta de arte funcional y tal vez superado, para situarnos de nuevo en la mente del gran público. Y también me provoca más preguntas sobre cómo no hay más comunicaciones que usen la ilustración como vehículo, viendo la capacidad que tiene de llegar al corazón de los que la disfrutan. Y mientras me hago estas preguntas espero a la próxima pieza ilustrada que nos emocione de la misma manera. Gracias Malika, gràcies Mercè.

Sobre el autor/a

Joan Guardiet

Ilustrador y docente de Técnicas de ilustración I y Creatividad y expresión de la forma II del Grado en Diseño Gráfico en LCI Barcelona

Web

Partners in crime

Con el push de

Voces aliadas

Amigos de la causa

Mercat d'Autor