24—26 Oct. 2024
Vilanova i la Geltrú - Barcelona

Hace unos años, decidí cambiar de rumbo profesional. Hasta entonces había sido cuentajenada: me contrataron en varias empresas para ciertas vacantes y básicamente implicaba que me dedicaba únicamente a un cliente. A cambio: un contrato indefinido y una nómina. Tiene ventajas e inconvenientes.

Con el cambio, pasé a hacerme autónoma. O sea, tengo un negocio propio. Al haber estado en ambos lados, ahora tengo cierta experiencia con esto de emprender y sus dificultades.
Sí, sus dificultades, aquellas de las que no hablan en los cuentos del emprendimiento, que es de lo que va a ir este artículo.

* Aviso a navegantes: si no quieres que te agüe la fiesta, no continúes leyendo.

  

¿Quién dijo que iba a ser fácil?

Me pasan por lo menos dos cosas con el tema de emprender.
Algunos lo plantean como si fuera un paseo por el Danubio. Sigue mi modelo X y triunfarás. Trabaja desde la playa.

Esto me enfada. Me enfada porque doy clases en algunas escuelas universitarias de diseño y la mayoría de los alumnos piensan que con poner algunas fotos chulas en Instagram o hacer algunos vídeos divers en TikTok ya lo tendrán todo resuelto. Les vendrán a llamar a la puerta y van a morir de éxito.

Se me eriza la piel de la nuca.

Les intento explicar que hay mucha vida en Instagram u otras redes sociales (e incluso que hay vida más allá) y que ellos van a ser una gota más de un inmenso océano que busca que sus publicaciones se lleguen a ver. Les digo: Imaginaros millones de personas saltando a la vez para que las mires. Pues eso.

  

Lo complejo

Si estás al frente de tu propio negocio, sabes que es muy complicado.

La incertidumbre es constante. Una época te va muy bien y otra te va fatal (y todas las variantes del medio, claro). Esto tiene consecuencias económicas -y no sólo- y vas a tener que lidiar con ellas. Digo no sólo pensando en la ansiedad, por ejemplo.

Si eres uno-contigo-mismo, tienes siempre una lista infinita de tareas. Debes, además, continuar formándote o actualizándote porque el contexto está cambiando constantemente. Y lo que ayer funcionaba, hoy ya no.
Si en cambio, tienes equipo (contratas a otros profesionales para que lleguen donde tú no puedes), ya sabrás lo complejo que es lidiar con personas. Aunque por un lado te pueden quitar trabajo, por el otro te lo dan.

Y por más que lo quieras, te es difícil desconectar. Siempre hay ideas en ebullición. O cosas que deberías hacer. Un correo que contestar.

  

La plaga de la insatisfacción

Por otro lado, cualquiera con cierto sentido de la observación, puede ver que hay una auténtica plaga de insatisfacción laboral.

En mi faceta de acompañamiento en procesos de desarrollo personal / profesional y autoconocimiento, escucho cada vez de manera más habitual, la expresión de esa insatisfacción.

Es cierto que hay ambientes y situaciones laborales que son difíciles de sostener 8 horas por 5 días. La famosa toxicidad. A ser posible, lo mejor en estos casos, es buscar en otro lugar en el que no se dediquen a minarte la moral. Coge el dinero y corre.

Pero más allá de lo que ocurra en las dinámicas entre personas del equipo, de las exigencias y/o los marrones, la cuestión es que hay una insatisfacción laboral creciente.

Y este es el otro asunto que me parece importante reflexionar.

  

Un refugio para el alma

Hace unos años leí el libro Filosofía para una vida peor del filósofo Oriol Quintana.
Tenía una hipótesis interesante: el auge de la autoayuda de las últimas décadas es fruto de las dos guerras mundiales. Como si el alma humana (al menos la occidental) se hubiera sobrecogido ante los horrores de las dos guerras mundiales y se hubiera dicho “esto no puede volver a repetirse”.

La autoayuda se ha erigido no solo como una reacción a que algo así no puede volver a ocurrir sino como un refugio ante el horror de lo que el ser humano puede llegar a perpetrar.

Un refugio ante el lado oscuro del alma.

  

¿Frases motivadoras? No, gracias.

Como un movimiento de péndulo, nos hemos ido del lado infernal al lado wonderfuliano. También en lo profesional.

Desde hace un tiempo hay una narrativa entorno a lo profesional que nos debería hacer reflexionar sobre cómo el lenguaje nunca es neutro y tiene consecuencias: descubre tu misión; haz lo que quieras hacer, no lo que tengas que hacer; dedícate a aquello que te apasione; sueña en grande; haz aquello que te llene… y cualquier otra variante que se te pueda ocurrir.
Otro filósofo, Byung-Chul Han ha desarrollado a lo largo de sus libros la tesis de cómo estos mensajes nos llevan a la autoexplotación.

Las realidades de cada uno de nosotros y el contexto son mucho más complejas que cualquier frase motivadora.

En el ámbito profesional/personal parece que tenemos que realizarnos. Esto de la realización profesional y/o personal es otro cuento. Aunque la idea de base es estimulante: desarrollar tus capacidades y tu potencial, no solo para tu propia satisfacción, sino en pro del bien común. Salir contento de tu trabajo; no atormentado.

Lo cierto es que no solo podrás desarrollar habilidades, sino que profesionalmente no te va a quedar otra. El contexto manda. Quizás no serán las habilidades que te apetecía desarrollar.

Con el tema de la realización personal/profesional me viene la imagen de un escalador que llega a la cima del pico más alto. Se le hincha el pecho de satisfacción. Admira desde la altura lo que hay debajo. Escucha el silencio. Respira profundamente. El sol le calienta la cara. Fin de la escena.

¿Y la bajada? ¿El escalador se va a quedar ahí in eternum?

  

Después de la cima

Pareciera que uno va a alcanzar la dicha a través de esta realización personal/profesional y que esta dicha va a ser perpetua. Como las nieves.

Pues no. La dicha es una forma de alegría. La alegría es una emoción. Las emociones son un estado pasajero. Porque luego pasa tal cosa o tal otra y te cambia el estado de ánimo.

O simplemente, una vez alcanzado un reto (si lo alcanzas), te buscas otro.

No es nada personal. Es la vida.

Con lo cual, se ha creado una idea según la cual el trabajo tiene que ser algo satisfactorio. Y si no lo es, de algún modo es porque algo no has hecho bien.

No te voy a discutir que podría ser más satisfactorio. Sería ideal. Pero ahí estamos: en lo ideal.

De modo que hay un montón de personas que querrían huir de sus puestos de trabajo, de sus empresas, como quien huye de un país en guerra. Son los refugiados laborales.

  

Tengo una idea

La opción que se nos ocurre ante el páramo laboral es emprender. El problema comienza con en qué.

No me voy a detener en la fase de búsqueda de ese qué y los miedos que se te van a poner en movimiento por dejar atrás la estabilidad y la seguridad una vez resuelto el qué. Y es que si tiras adelante tu proyecto vas a tener que dar un salto de fe. El temilla está en que nada ni nadie te asegura que te vaya a ir bien con tu proyecto.

A estas alturas siempre recomiendo un Gran Libro, del economista Fernando Trías de Bes, “El libro negro del emprendedor”. Te cuenta los motivos por los que NO deberías emprender. Una de ellas es porque te cae mal tu jefe. Y después de esa te va soltando otras tantas perlas. Te animo que lo leas porque vale mucho la pena.

En su libro, Trías de Bes empieza recordando que en las escuelas de negocio siempre se estudian los casos de éxito. Pero que en realidad se debería estudiar los casos infructuosos. Da un dato demoledor: al cabo de 5 años de su creación, más del 90% de empresas ya no existen. Entonces ¿por qué solo estudiamos los casos de éxito? ¿No sería más eficiente ver en qué aspectos pueden haber fallado todas esas empresas?

Es esa sensación que a veces tengo en mi barrio, cuando paso por delante de ¿otro bar? Y efectivamente, al cabo de un tiempo, ha cerrado.

Cualquiera que haya emprendido te va a decir que para que tu negocio empiece a funcionar tienes que prever entre 3 y 5 años. Eso quiere decir que durante ese tiempo (por lo menos) necesitas un colchón económico que te permita pagar las facturas. Si no lo tienes, deberás disponer de otras fuentes de ingresos para hacer frente a ciertas obligaciones. Probablemente implicará que tengas que hacer trabajos alimenticios part-time.

En el próximo artículo, veremos qué aspectos económicos deberás tener en cuenta antes de tu emprendimiento.

Sobre el autor/a

Lia París

Antropóloga, docente, project manager y mucho más.

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