Claudia Falgà
'Mama'

No sería una historia alegre. Esto mismo le dije a mamá cuando decidí hacer este trabajo, un proyecto que hablaba sobre mí, pero que hablaba de su trastorno. Sobre mi experiencia, pero que al mismo tiempo lo implicaba a ella. Me dio su permiso. Me dijo que podía explicarlo. En este momento, todas las vivencias de los últimos veintiséis años empezaron a dejar de vivir en silencio y al mismo tiempo, empezaron a dejar de hacer daño. Necesitaba poner en orden. Establecí el inicio, el qué para mí fue el inicio. Me di cuenta que este principio, era nacimiento de mi hermano, en 1996. Yo tenía siete años. Todos nos hacemos mayores, es un proceso natural. El trastorno de mamá, pero, me obligó a crecer más rápido. Su felicidad y la estabilidad eran como un espejismo. Aparecían y del mismo modo, se desvanecían. La cronología se iniciaba con el nacimiento de Moisés, mi hermano mediano, y llegaba hasta el día de hoy. Empezaba a escribir la crónica sobre el trastorno bipolar de mamá, desde mis ojos. Era una historia de blancos y negros. Una narración donde había luz, pero también, un escrito a través de un hilo conductor; la oscuridad. En la dirección de arte tenían que estar presentes estos dos colores: el blanco y el negro. Cuando empecé a ser consciente de los efectos que había tenido el trastorno bipolar de mamá en mi persona ya me había acostumbrado a vivir en silencio. El estigma que todavía hoy supone sufrir una enfermedad mental le impidió romperlo, aquel silencio que viviría con nosotros durante veintiséis años. Sería un trabajo duro, no hablaba de otra gente, hablaba de ella, de mí, de nosotras.

Briefing de nuestras vidas

Desde que era pequeña, me había gustado dibujar y pintar. Durante estos años nunca he perdido esta afición, es más, a medida que pasaban los años, se transformó en mi manera de exteriorizar los sentimientos, aquello que vivía. El arte, tenía que estar presente en este trabajo. Este me permitió transformar en físico el que era intangible. Había pintado muchas imágenes, ahora estas explicarían mi historia relacionada con el trastorno. En este momento la escritura y el arte formarían un conjunto que acontecería en una colección de 26 postales que funcionarían como una interpretación del trastorno bipolar desde mi propio testigo, desde los ojos de una hija. Cómo se ha mencionado anteriormente el blanco y el negro se transformaría en una identidad, la del trastorno bipolar, la luz y la oscuridad, el positivo y el negativo. Los años de estudiante de diseño gráfico a Elisava me habían enseñado a comunicar, identificar problemas y necesidades y a buscar soluciones creativas. Las cuestiones externas, ahora enfocarían el ámbito personal, el propio. La cronología escrita fue el punto de partida, esta hizo posible la realización de este trabajo. Fue la primera vez que saqué al exterior todo el que había vivido durante los últimos veintiséis años. Este escrito evidenciaba muchas experiencias negativas, situaciones fruto del trastorno que todavía hoy me pesaban como el plomo. La estructura de este trabajo refleja la cosa imprevisible, no hay un índice, del mismo modo que pasa en el trastorno de mamá, no sigue una estructura “lógica”. Las cosas suceden, de forma imprevisible, son causas y consecuencias, aparentemente no tienen relación, pero todo forma parte de un mismo conjunto, todo es el trastorno bipolar.

 

Perdonarse

Veintiséis años. Cuando mamá se puso enferma no podía mostrarme vulnerable, era yo quien lo tenía que cuidar, ella no quería que nadie lo supiera, yo le respeté. Llevaba mi rol en silencio. Me cuesta mostrar mis sentimientos. No era la única, después de haber conversado con en Kolau (amigo e hijo de una persona con trastorno bipolar) me di cuenta que él también había tenido que transformarse en un “payo frío”, tal como dice él. El hormigón era el material que me representaba, concretamente, la probeta de hormigón con la cual empresas de ingeniería constructiva hacen pruebas de resistencia. Recuperé veintiséis piezas defectuosas de una empresa especializada en estas pruebas. Simbolizaban mi persona durante los años que había vivido bajo los efectos del trastorno bipolar de la mama. El mazo simbolizaba el trastorno bipolar y los contenido de los textos se transformaría en impactos, los impactos psicológicos se transmitirían al material. Cada vez (trauma), modificaba la pieza, esta reaccionaba tal como yo lo había por dentro. Hice visibles las experiencias que tanto dolor me habían provocado, exteriorizé la ira. Fue una liberación, transferí mis cicatrices al material. Aunque es un material duro y armado, los impactos lo agrietaban. A continuación decidí hacer un vídeo, en el cual se vieran los golpes del mazo en la pieza. Se transformaban en físicos aquellos traumas, eran las grietas psicológicas. Para visualizar estos impactos, como hemos dicho, se decidió grabar el video en cámara lenta, para que se pudiera apreciar la acción-reacción.
De esta pieza resultó un libro animado que se realizó con la técnica del Stop Motion, fotograma por fotograma podría ver el mismo proceso sin herramientas digitales, podría congelar cada momento. Basándome en las imágenes también se creó un libro fotográfico que ilustra tres de los estados principales del trastorno bipolar: la depresión, la manía y la psicosis.

 

Cosiendo la culpa

De todo proceso realizado hasta el momento se extrae la última pieza. Esta es el resultado de todo el proceso y funciona como conclusión. Hace referencia al sentimiento que me había acompañado durante tantos años, aquel que no había identificado nunca, aquel que mi terapeuta me animó a descubrir. Escribí de nuevo, esta vez en forma de poema. Me despedí de la culpa, aquella que había vivido dentro de mío tanto tiempo. En esta última parte, interviene otra acción metafórica: coser como acto de reparación. El hilo es la herramienta, aquella que nos ayuda a cerrar heridas abiertas, a juntar aquello que se separó, mientras generamos y visibilizamos cicatrices.