19—21 Oct. 2023
Vilanova i la Geltrú - Barcelona

Mestra del Blanc! 2020: por su dedicación, contribución y entrega al ámbito del diseño. Miserachs, es una de las primeras representantes del diseño gráfico en Catalunya después de la Guerra Civil. Pertenece a la generación de profesionales que cooperó en la Cultura Visual durante y previo a la Transición española.

 

Para aquella persona que no te conozca demasiado, háblanos un poco sobre ti…

¡Qué difícil me parece esta pregunta! No he dedicado muchas energías a la introspección y tampoco me he psicoanalizado, así que… Como mucho me atrevo a destacar algunos rasgos que probablemente son significativos.

Por ejemplo la impaciencia, que me ha llevado más de una vez a tomar decisiones quizás poco meditadas. Dentro de la misma línea, me gusta sacarme de encima los problemas pendientes, grandes o pequeños: desde cambiar una bombilla hasta otro tipo de cuestiones más importantes. El llamado Método Rajoy, de dejar que los temas se vayan arrastrando y pudriendo, a la espera de que se resuelvan solos, no es lo mío. Esto en cuanto a temas de orden general.

Sin embargo, frente a trabajos profesionales el sistema es distinto, más reflexivo. En una primera etapa le doy muchas vueltas sin materializar nada, tardando a veces bastantes días, hasta que tengo claro el concepto a transmitir. Luego viene la fase de tomar el lápiz, empezar a garabatear y a dar forma. Probar y probar y volver a probar hasta la comprobación final. Para la fase última del proceso tuve la suerte de que colaborase conmigo durante muchos años una gran realizadora, Montserrat Coma, de precisión manual milimétrica, que dejaba los originales —años después final art— a punto de reproducción por parte del grabador. Había sido alumna de Eina y se desenvolvía con la misma habilidad con el lápiz, el tiralíneas o el rotring que con el pincel, el gouache y la tinta china.

Toni Miserachs

Retrato de Toni Miserachs en el Museu del Disseny de 
Barcelona. Bonastre, 2020

 

Si pudieses elegir tu profesión ahora que conoces cómo ha sido toda tu trayectoria, ¿sería la de diseñadora?

Alguna vez he pensado que el montaje cinematográfico me hubiera gustado. Y si mi etapa de estudiante hubiese sido menos familiarmente reactiva de lo que fue, también me veo cursando Filología y dedicándome a la escritura. Pero creo que nada de esto me ha producido frustración, son simples hipótesis alternativas.

 

Viviste la época donde empezaron las enseñanzas en diseño en nuestro país. Primeramente, matriculándote en Elisava en el 1962 para formarte como diseñadora, y posteriormente, con EINA en 1968 empezaste un largo y cercano recorrido desempeñando distintos puestos desde los inicios de la escuela. ¿Qué impacto crees que tuvieron estos centros de estudios en el sector? ¿Impulsaron la idea de diseño?

Se hizo lo que se pudo, en algún caso quizás con mejor intención que conocimiento. De todos modos los ideólogos iniciales, primero en Elisava y posteriormente en Eina después del cisma de Elisava, tenían las ideas muy claras, con el ejemplo de la Bauhaus in mente, y tanto Cirici Pellicer como Ràfols, por resumirlo en dos nombres, eran personalidades potentes. Excelentes en sus profesiones y comprometidos con la libertad que la sociedad necesitaba urgentemente, en aquel contexto patético de los primeros años sesenta. Es preciso recordar que mientras estudié ahí, Elisava era sólo para mujeres y que su nombre era Centro de Influencia Católica Femenina (CICF).

Visto desde la perspectiva actual creo que el problema principal de estas escuelas, sobretodo hoy, es el del profesorado. Con todo el respeto hacia los titulados, creo que es mucho más importante que un profesor de diseño sea un diseñador —práctico o teórico— en activo, alguien que proceda del extensísimo ámbito del diseño, que un licenciado per se. Creo que Bolonia fue una bomba para las escuelas de diseño.

 

En tu experiencia, ¿crees que viviste los acontecimientos idóneos para enamorarte aún más de este oficio?

Las circunstancias eran radicalmente distintas de las actuales… Simplificaré para que se entienda: sabíamos que si eras trabajador y cumplidor, tendrías trabajo casi automáticamente. Estaba todo por hacer, no había piezas gráficas interesantes de producción nacional y los únicos ejemplos —pocos—estaban en los kioscos en forma de publicaciones extranjeras. Y éramos muchísimos menos que hoy.

Empecé los estudios convencida de que había encontrado lo mío y tuve la suerte de ir encadenando trabajos sin grandes problemas, aunque a lo largo de los años tuve algunos bajones como todo el mundo, supongo, que solucioné con trabajos temporales de media jornada a sueldo, siempre dentro del mismo ámbito. La profesión me ha dado satisfacciones y angustias, imagino también que como a todos. Lo que está claro es que me ha servido para ganarme la vida siempre con la misma actividad y esto me parece significativo. Ya de muy joven había descubierto que la independencia económica es básica para todos, aún más si cabe para las mujeres.

 

Por otra parte, cuando se empezó a divulgar la palabra diseño socialmente, ¿se comprendía el significado del término?¿Cuándo empezó a tener notoriedad?

Hay que ponerlo en su contexto: estábamos aún, culturalmente hablando —y no sólo culturalmente— en un período de sequedad imponente. Se había hecho tabula rasa de la cultura, también gráfica, de antes de la Guerra civil española (1936-1939) y parecía que la palabra diseño surgiera de la nada, obviando grandes nombres que habían trabajado en años anteriores a la contienda, incluso durante la misma como Josep Renau.

Había que invertir tiempo y esfuerzos en clarificar alcance y definición de la palabra diseño. La denominación Grafismo, usada en aquel momento, inducía a confundirlo con una profesión artística de libre creación.

El grupo de los Grafistas FAD (Huguet, Vellvé, Pla Narbona, Baqués, etc) con sus exposiciones en la calle, contribuyó a divulgar la profesión, aún con su enfoque gráfico basado en la ilustrativo.

El término Diseño se difundió y se vulgarizó en los ochenta, no siempre con rigor. En las hemerotecas encontraremos montones de escritos en los que se ridiculiza a la profesión de forma sangrante, adjetivándola como algo caro y mal resuelto, perecedero y casi inútil. Esta visión afectó al diseño de producto —o industrial— por encima del diseño gráfico pero fue negativo para la profesión globalmente considerada. Sé que de todo esto hace ya mucho, muchísimo tiempo para alguien joven, pero temo que cierta mala fama haya permanecido.

Quizás algún día habrá que analizar el papel de la prensa en este fenómeno, el desprestigio del diseñador en los años ochenta, paralelo a su boom. Con excepciones como la del arquitecto Juli Capella, que en mi opinión nunca dice tonterías al respecto, la historiadora Isabel Campi o el incansable Norberto Chaves, ha habido mucha ignorancia y como consecuencia mucho atrevimiento al emitir opiniones y juicios.

 

«El término Diseño se difundió y se vulgarizó en los ochenta, no siempre con rigor»

 

Respecto a los clientes, por encima de todo debería de primar el respeto mutuo. Y era muy distinto tratar con alguien “viajado” y conocedor de lo que se hacía en el mundo civilizado exterior, que con algún local recalcitrante, convencido de que su criterio y particularmente su gusto, era el mejor.

En este sentido me gusta recordar la respuesta de Anna Calvera a la frase “sobre gustos no hay nada escrito”. Ella respondía: Pues, sí, precisamente hay mucho escrito y yo lo he leído todo. Aprovecho para señalar que la desaparición prematura de Anna es un verdadero desastre para el colectivo de mujeres diseñadoras.

 

En un sector dominado por hombres y por circunstancias diversas. ¿Con qué actitud hacías frente hacia una postura con cierto tono paternalista? ¿Esto afectó a tu camino profesional?

Agradezco la prudencia del “cierto tono” en la pregunta, supongo que con intención de no dramatizar. La verdad es que el tono paternalista era dominante y tomaba múltiples formas, unas directamente groseras y muchas insidiosamente sutiles. Desde los silbidos al entrar en una sala de máquinas de una imprenta hasta la curiosidad evidente —por no llamarlo morbo— de algunos clientes por ver a una mujer joven ejerciendo una nueva profesión. Pasando por todo tipo de los llamados micromachismos que se escrutan ahora con detalle, interiorizados entonces hasta límites increíbles tanto por los hombres como por nosotras mismas. Actitudes tan normalizadas, que ni siquiera nos dábamos cuenta. Había mujeres que lo llevaban con —me cuesta llamarlo así— resignación. Algunas cuentan ahora que nunca tuvieron problemas en sus carreras por el hecho de ser mujer. Quizás tuvieron la suerte de no enterarse, por ejemplo, de lo que se decía a sus espaldas de los métodos mediante los que conseguían los trabajos. Actitudes por cierto de las que también han participado alegremente ilustres colegas de profesión. En cualquier caso y por desgracia, nada que no se haya producido en cualquier otro ámbito profesional durante los mismos años, me temo.

Y una curiosidad, no sé si micro o macro. Más de veinte años después del fallecimiento de mi hermano Xavier, muy reconocido fotógrafo, aún se me sigue presentando —también por parte de mujeres— como “La hermana del fotógrafo” para añadirme pedigree, se supone. A estas alturas el hecho sólo me hace sonreír y me provoca alguna reflexión maligna sobre los esquemas mentales del presentador/a. Por otro lado, la relación con Xavier nunca fue de competencia sino de colaboración activa y muy afectuosa. Añadiré que conceptos como triunfo, fama, notoriedad o brillo social en nuestra familia no cotizaban.

 

De los proyectos realizados a lo largo de la vida profesional, ¿de cuál te sientes más orgullosa y por qué?

Otra pregunta difícil… Más que de orgullo quizás hablaría de confort: en el entendimiento respetuoso con el cliente, en los plazos no excesivamente apretados, en el trato con los proveedores implicados.

Puede ser difícil de entender ahora pero hasta el advenimiento de la informatización eran muchas las personas que intervenían activamente en el proceso. Nada que ver o casi con el aislamiento actual del diseñador frente a la pantalla, mandando pdfs a diestro y siniestro.

Alguna vez, cuando se colaboraba con una editorial potente, no todos los roles descansaban en el diseñador.
Cuando la editorial Enciclopèdia Catalana me encargó el diseño de su Història Natural dels Països Catalans (15 volúmenes), me encontré con uno de estos equipos perfectamente engrasados.

A pesar de algunos condicionantes iniciales fue uno de esos trabajos gratificantes de que hablaba y aún conservo la amistad que nació con la bióloga Montserrat Comelles. A esta primera enciclopedia siguió Biosfera, otra enorme obra (11 volúmenes) de la misma editorial.

La mayor dificultad del trabajo de diseño para estas obras enciclopédicas fue establecer unas jerarquías tipográficas que pudieran absorber, y clarificar al lector, el sinfín de categorías y subcategorías, especies y subespecies, familias, etc, etc, del mundo vegetal y animal.

Nunca he contado el número de páginas que supusieron estas dos obras pero a los que nacieron con el ordenador ya puesto les sorprenderá imaginar los metros y más metros de galeradas (buscad en wikipedia qué son las galeradas…) que tuve que recortar y pegar en las plantillas —pàginas— de maqueta, en las que venían impresos en tono azul claro todos los detalles de diagramación previamente establecidos en el diseño base.

El aspecto manual de la profesión es algo que no he dejado de echar de menos en mis dificultosos tratos con el gélido ordenador.

También en Vida i costums dels catalans, de Edicions 62, tuve la suerte de colaborar con un personaje irrepetible, Marisa Trigo, que se convirtió en una amiga hoy desaparecida y muy añorada. En esta colección se dieron fructíferas colaboraciones con mi hermano y sus fotografías.

No puedo cerrar este capítulo sin mencionar el sinfín de cubiertas para la colección Palabra en el tiempo, de la primera Lumen con otra mujer única, Esther Tusquets. O la fructífera colaboración con la doctora Dolors Sais, responsable de incontables ediciones de folletos y algún libro en los laboratorios Sandoz; ni los combativos tiempos de Vindicación Feminista, con Lidia Falcón y Carmen Alcalde.

Releyendo parece que todo haya sido un camino de rosas. Ni mucho menos: por supuesto que ha habido disgustos, discusiones y conflictos. Buenos trabajos que quedaron en proyecto, como el de la imagen para una utópica —por lo que se vio— Unió de Caixes, la reunión en una sola entidad de las múltiples Cajas de ahorro de Catalunya. O el minucioso estudio realizado con el ya mencionado Norberto Chaves, a través de Eina, para el complejo mundo del calzado español de Elda.

Mestra del Blanc! 2020 Toni Miserachs

Toni Miserachs en el Depósito del Centre de Documentació del Museu del Disseny de Barcelona. Bonastre, 2020

 

Como especialista en diseño editorial y habiendo trabajado con tantos y tantos libros, ¿crees que algún día desaparecerá el volumen impreso y solo quedarán reliquias físicas?

La verdad es que mi dedicación al mundo del libro fue más bien fortuita. Pero, quizás como lectora empedernida desde muy pequeña, me encontraba a gusto en él.

Con el diseño de la colección de bolsillo L’Escorpí, de Edicions 62, intenté la eliminación de ilustración en la cubierta, que me parecía —y me sigue pareciendo— innecesaria en muchas colecciones de narrativa. En Francia, por ejemplo, abunda la edición sin ilustración en la cubierta, por parte de las más prestigiosas editoriales. Años más tarde lo volví a intentar, esta vez sin éxito, en una colección de EDHASA.

Actualmente circula una colección de Editorial Lumen con un criterio muy parecido al que planteé en mi propuesta tumbada: foto en blanco y negro del autor/a como fondo y sobreposición del título dentro de una forma geométrica. Sin más cromos ni zanahorias suculentas que atraigan a un lector al que se supone desinformado. De momento no he logrado saber de quién es el diseño aunque estoy en ello.

Me preocupa la posibilidad de la desaparición física del libro y me gustaría que se descubriera un material parecido al papel que no implicara la destrucción de los bosques. El ebook me parece un buen invento pero no la substitución, ya que leer siempre en pantalla se va demostrando nocivo para la vista. Por otra parte el placer de tener un volumen en las manos lo siento insustituible. El tacto, el olor, el gesto de pasar las páginas. Puede que sea un fenómeno generacional…

 

Durante todos tus años elaborando proyectos de diseño de todo tipo, ¿has conocido algún encargo en el que te hubiese gustado haber participado? Aunque sea un trabajo actual.

Más que conocer, he imaginado estos encargos.

Hay un gran tema que me parece que está pendiente: la señalización de ciudades y carreteras secundarias. La proliferación de rótulos con supuestos códigos tipográficos, de color, de tamaño… crean un caos de lo más contraproducente y antinformativo. Cuesta distinguir, dentro del galimatías general, lo que es un pueblo cercano, un hotel, un garden center, un monumento, un supermercado, un restaurante. Claro, la coartada de que hay distintas administraciones implicadas lo complica y justifica en parte, pero aún así creo que se podría coordinar un esfuerzo de señalización interesantísimo en el que me hubiera gustado participar.

En otra categoría, relacionada con la anterior: ¿por qué un turista que entra en las Rondas de Barcelona, por ejemplo, debe de conocer nombres como el de los ríos Besós y Llobregat y encima saber en qué dirección le lleva cada uno? ¿No se establecieron hace siglos los puntos cardinales para estos menesteres, llamados globalmente orientación? En ocasiones el sentido común parece desaparecer de las mentes de quienes deciden por el usuario. Tantas comisiones, asesoramientos y comités ¿para qué?

Siguiendo con el tema señalización: participé, a través del extinto Barcelona Centro de Diseño, en una propuesta para las playas del Área Metropolitana de Barcelona. Por desgracia no llegó a buen puerto pero fue muy interesante como experiencia.

Aunque sin deseo expreso de haber participado, aprecio los trabajos de otros colegas y a menudo los he felicitado: al arquitecto José Emilio Hernández-Cros por su eficaz control de la rotulación comercial de la ciudad de Barcelona hace muchos años, a Mario Eskenazi por su trabajo también con el Ayuntamiento de Barcelona en la imagen de las brigadas móviles de limpieza, a mi antiguo y listo alumno Pablo Martín por su Premio Nacional de Diseño, al ya mencionado Juli Capella por alguno de sus magníficos artículos de divulgación, al incansable carácter recopilatorio del amigo Albert Isern… aunque no en todas las ocasiones ni a todas las personas que hubiera deseado. Otra cosa pendiente de entre las muchas que los años acumulan.

Sobre el autor/a

Vicent Almiñana

Diseñador gráfico, docente y comisario de exposiciones. Con fuerte interés por la defensa del diseño y las artes visuales. Responsable de la sección Mestres del Blanc!

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