¿Un giro de guión?
Varias semanas ya de confinamiento a causa del coronavirus. Y como era de esperar, se ha alargado más de lo que se anunciaba. En Wuhan, donde empezó todo, estuvieron 60 días encerrados. Así que probablemente ya podemos ir mentalizándonos. Es inevitable no saltarme la hoja de ruta que tenía prevista y dedicar una entrada a la gestión de la vida y del diseño desde la emergencia.
He pasado por varios estados. ¿Quién no? Tuvimos que encajar o digerir, primero, la velocidad a la que se propulsaron los acontecimientos: en menos de 24 horas fue claro que la situación daba un vuelco casi inesperado. En pocas horas, una clase de ciencias sociales que debía ser presencial se convirtió en telemática.
Aunque visto con perspectiva me pregunto: ¿dónde estaba el giro de guión? ¿Cómo puedo decir que no lo vi venir si oigo hablar del COVID-19 desde diciembre? Pues porque vivía en el descrédito y la negación. Otra de esas epidemias fatalistas con las que nos asaltan de vez en cuando los medios de comunicación, esos especialistas en transmitir drama y miedo.
Me equivoqué al valorar la situación. O quizás no estábamos escuchando a los que sí tenían la información.
Abrumados
Los primeros días fueron abrumadores: noticias, correos electrónicos, guatsaps, las redes sociales en ebullición, en LinkedIn todos telecelebrando (¿?) el teletrabajo en telequipo, llamadas de teléfono, videoconferencias… También ha sido abrumadora la respuesta social. Museos, teatros, auditorios, creadores, autónomos y empresas de todo tipo abriendo por un cierto tiempo sus contenidos para hacer más llevadero el confinamiento familiar o en solitario. Personas ofreciéndose para coser mascarillas o ayudar a los más mayores de su barrio.
En paralelo a la crisis sanitaria, que parece va a tocar techo en breve, discurre la crisis económica. No menos abrumadora. Los autónomos ya lo empezamos a notar el mismo viernes 13 de marzo. Ese mismo día empezaron los despidos y los ERTES. A medida que pasan los días van in crescendo. Niño Becerra se pregunta en su twitter cuántos volverán en realidad a plantilla en unos meses.
Al próximo que me diga que una crisis es una estupenda oportunidad pensaré que, o es miope, o especulador. Porque esta crisis, me parece, ha venido para quedarse y cambiarlo todo.
La negación
Uno de estos días escuchaba en la radio al dibujante Juanjo Sáez que participa en el programa Estat de Gràcia y que ha participado en varias ocasiones en Blanc!. Contaba que su terapeuta le había hablado sobre las fases del duelo. Las elaboró Elizabeth Kübler-Ross y son las fases por las que pasa uno cuando pierde a una persona importante en su vida. Es un proceso que requiere de tiempo para encajar la pérdida (y no todo el mundo lo consigue). También es válido para otras pérdidas o cambios en nuestra vida: por ejemplo, un trabajo, un proyecto o tener que ir a vivir a otro lugar.
La cuestión es que el terapeuta le decía que como sociedad ahora estamos en la fase de negación porque hasta cierto punto nos lo tomábamos como un divertimento o le restábamos importancia. «Tampoco es para tanto, total son 15 días»… Le siguen la rabia, la incertidumbre, la frustración, la tristeza. Hasta la aceptación.
Gestionar emociones y pensar colectivamente
Begoña Odriozola, psicóloga experta en catástrofes y emergencias, participaba el otro día en el programa de TV3 “Preguntes freqüents”. Daba algunas recomendaciones para surfear la intensidad de las emociones de estos días. Decía que los humanos somos capaces de sobreponernos a muchas situaciones. La famosa resiliencia.
En mi caso, ante la avalancha de informaciones y contactos online, decidí empezar a dosificarlo para poder concentrarme y trabajar. También para poder reflexionar. No para obsesionarme, dar vueltas a asuntos en modo centrifugado, etc., sino para pensar apropiadamente. Para mí implica estar en silencio, alejar durante un rato los contactos, estar centrada aquí, delante de la hoja en blanco. Escribir me ayuda a pensar. ¿Y en qué estoy pensando? Primero que la crisis sanitaria ha puesto sobre la mesa el asunto de lo público. Ahora podemos ver claramente que invertir en lo público es en beneficio de todos. Y recortar o privatizar no parece el mejor de los caminos.
También pone sobre la mesa si debemos continuar centrándonos en el individuo y lo individual, en el sentido egocéntrico habitual, como eje en torno al que gire todo. La narrativa hollywoodiense del protagonista, que podemos tener integrada en el inconsciente, se esfuma cuando recordamos que la Tierra está habitada por unos 7 mil millones de sapiens. Y tú eres sólo uno de ellos.
Economía y diseño
En cuanto a la crisis económica que cabalga desaforada en paralelo, creo que es una muy buena ocasión para recuperar la lectura de Prosperidad sin crecimiento, de Tim Jackson. O bien podéis ver su Ted Talk. Su tesis es que el modelo económico capitalista actual, basado en la oferta y la demanda, en el consumo material y el crecimiento continuo, no tiene sentido dado que vivimos en un planeta con recursos finitos. No es sostenible el tren de vida que llevamos.
Niño Becerra insiste en twitter que hay demasiada oferta y no tanta demanda y que el coronavirus ha puesto el turbo a una desaceleración económica que había empezado en el 2018 (#RecesionIsComing).
Aquí es donde empiezan las preguntas que podemos hacernos si nos damos el tiempo y apagamos un rato el ruido mediático que nos puede paralizar. Antes de esta crisis, en el Blog de Blanc ya hubo una entrada dedicada a la economía circular y el diseño. Creo que es un momento para repensar el modelo de economía y, en esa línea, ver qué aportaciones podemos hacer desde el diseño.
Desde la economía hay propuestas como una renda universal o la repartición del trabajo disponible entre la población activa. Una de las repercusiones de la crisis del 2008 fue el desempleo masivo. Los que no perdieron sus trabajos, tuvieron que asumir sus tareas y las de otros. Jackson apunta como, desde el 1995, han aumentado la cantidad de horas trabajadas.
Dado que probablemente no podremos restaurar el modelo de economía, ni de diseño, ni de sociedad que tenemos incorporado, ¿cómo lo vamos a hacer para que los 7 mil millones de sapiens que habitamos el planeta tengamos una vida digna? Reconozco que lo mío es hacerme muchas preguntas y casi nunca doy con una respuesta. Así que apelo a esto que se llama inteligencia colectiva o colaborativa. Creo que tendremos que tirar de ella más que nunca.
*copiando el título de la novela autobiagráfica de Amélie Nothomb